Diario de la peste (51). Un balance

En el debe:

1. Cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, con su inmenso costo financiero y el daño a la imagen del país. 

2. Obcecación en la sede alterna de Santa Lucía, sin estudios de espacio aéreo homologados y asignada al ejército sin licitación.

3. Empeño frente a las advertencias de economistas y ambientalistas en la construcción del Tren Maya, sin estudios de costo beneficio y sin el apoyo de las comunidades indígenas de la zona.

4. Postergación y regateo en obras empezadas (metro de Guadalajara, metrobús de La Laguna, tren Toluca-Ciudad de México).

5. Desprestigio del servicio público. Infamias sobre supuestos beneficios indebidos. Rebajas salariales ilegales, disfrazadas de colaboración voluntaria.

6. Desprecio por los técnicos apartidistas. Incapacidad de entender y apoyar el aporte de los externos, incluidos en el llamado capítulo 3000. 

7. Fin de la meritocracia en las plazas y puestos. 

8. Prohibición de trabajar en el sector privado por diez años de los exfuncionarios, limitando carreras y alternativas laborales.

9. Desabasto de gasolina en el fin de año del 2018-2019 por prejuicios ideológicos y desatención de los procesos de transición del nuevo equipo. Pérdidas millonarias en la industria y el comercio y serias afectaciones ciudadanas.

10. Desvío de la atención pública con la inventada guerra al huachicol. 

11. Accidente en Tlahuelilpan, por robo de combustible e inacción del ejército, con decenas de víctimas mortales.

12. Compra sin licitación y sin parámetros técnicos de 500 pipas para transportar combustible en el extranjero por ¡el secretario de relaciones!

13. Mal manejo de la transición. Prepotencia e indolencia ante los consejos. Salida forzada con renuncias bajo amenaza de los antiguos responsables. La invasión bárbara.

14. Mal gusto generalizado, pésimo manejo del lenguaje, neolengua, imprecisiones y una sensación de mediocridad y lasitud inaceptables en la función pública.

15. Clima de secta, que propicia el aplauso frenético para subir de escalones, promocionando siempre al fiel sobre el capaz.

16. Uso abusivo del micrófono. Mañaneras. Informes por cualquier excusa (100 días, primer año del triunfo electoral, primer año de gobierno…) y, al mismo tiempo, ausencia de información confiable, verificable y de calidad.

17. Descalificación de la crítica. Incapacidad de escuchar otros opiniones u opciones. Descalificación de aportaciones técnicas de buena fe.

18. Ataque sistemático a la prensa crítica, con insultos y descalificaciones directas.

19. Uso faccioso del gasto de publicidad oficial para favorecer medios afines.

20. Uso faccioso de la agencia estatal de noticias, Notimex, desplantes y cacería de brujas de su directora.

21. Uso sistemático de botstrollsen las redes para atacar a los críticos del gobierno.

22. Preguntas filtradas y reporteros a modo en las mañaneras.

23. Pésimos recursos gráficos y acendrado mal gusto estético en toda la comunicación oficial.

24. Salida del aire de periodistas críticos (Carlos Loret de Mola), ya sea por presiones directas, ya sea por control de riesgos de los concesionarios. Imposición de cuotas de defensores del gobierno en programas de TV, parrillas de radio y columnas de prensa. Pésimo nivel de discusión de esos defensores de oficio.

25. Manejo partidista de los canales oficiales de televisión y radio, con escasa y acosadas islas de resistencia.

26. Recorte al mecanismo de protección a defensores de derechos humanos y periodistas, cuyo funcionamiento se pone seriamente en peligro. (Hay quince periodistas muertos desde que tomó posesión.)

27. Entrega al ejército de la seguridad pública.

28. Entrega al ejército de obras emblemáticas del sexenio.

29. Entrega al ejército de un parte importante de la gestión de la pandemia.

30. Órdenes humillantes al ejército y cuerpos de seguridad de inhibición del uso legítimo de la violencia del Estado como respuesta agresiones y vejaciones.

31. Liberación del hijo del Chapo tras su captura en Culiacán. Saludo personal a la madre del Chapo. Señales preocupantes de una suerte de negociación no declarada con los contrabandistas de Sinaloa.

32. Aumento de la violencia criminal y los asesinatos dolosos. 

33. Desaparición del CISEN, dejando al Estado mexicano sin inteligencia ante el crimen organizado y sus aliados potenciales.

34. Cancelación de las estancias infantiles, que obligó a las familias, sobre todo de madres solteras, a renunciar a sus trabajos o desatender a sus hijos.

35. Deforestación acelerada de reservas y áreas naturales protegidas por el impulso descontrolado del plan “Sembrando vida”.

36. Mal censo y peor distribución de las becas de “Jóvenes construyendo el futuro”. Abuso del empresario sustituyendo puestos necesarios con becarios pagados por el gobierno.

37. Desdén hacia las reivindicaciones feministas y comentarios misóginos y machistas ante los reclamos.

38. Cierre de las estancias seguras para mujeres maltratadas. Recortes en ese rubro.

39. Aumento de la violencia machista y los feminicidios ante el menos precio público de la gravedad de la situación.

40. Cancelación de la reforma educativa y claudicación frente al sindicato oficial y frente a la coordinadora (históricamente enfrentados entre sí).

41. Tolerancia e inhibición ante los desmanes del CNTE en Michoacán y Oaxaca, incluido el bloqueo de vías férreas.

42. Retraso en la entrega de los libros de textos gratuitos en la primaria.

43. Indolencia e indefinición ante los planes de estudio vigentes, con pérdidas millonarias de la industria de libros de texto para el bachillerato.

44. Cancelación del programa bibliotecas de aula.

45. Pérdida de catálogo y línea editorial del FCE. Confusión en las políticas editoriales de fomento. Merma de apoyos a instituciones y ferias consolidadas (FIL, FILIJ). Problemas graves en el manejo de las filiales extranjeras del FCE. Insolvencia de la red de librerías. Incompetencia manifiesta en la red de bibliotecas públicas. Pérdida de los proyectos de apoyo a la industria editorial. Cancelación de la promoción internacional. Abandono de librosmexico.mx. 

46. Intento de influir en la sucesión del rector de la UNAM y de la vida universitaria. Recorte presupuestal a las universidades públicas. Desprecio por la academia y nulo plan académico para el proyecto de 100 universidades populares nuevas.

47. Préstamo del Palacio de Bellas Artes al líder de una secta, hoy en prisión en Estados Unidos. Homenaje disfrazado de concierto.

48. Escaso presupuesto al INAH y al INBA. Fin de los grandes proyectos públicos de exposiciones, festivales y puestas en escena.

49. Muerte del Fonca y su inigualable sistema de otorgar recursos y apoyos a la creación sin intervención del funcionariatocultural.

50. Recorte a las becas y los viajes de capacitación de los científicos. 

51. Recorte al presupuesto destinado a la investigación, comprometiendo seriamente la capacidad científica y tecnológica del país y la red de relaciones internacionales laboriosamente tejidas por décadas.

52. Recorte a los viajes de deportistas y artistas de élite que ven limitado su roce y promoción internacionales.

53. Apoyo desproporcionado al deporte favorito del primer mandatario (y mío) en desmérito de otros federaciones y prácticas.

54. Pese al acuerdo del gobierno anterior, aceptación de una nueva renegociación del tratado de libre comercio de Norteamérica, con nuevas concesiones por la parte mexicana en temas claves, como el porcentaje de procedencia nacional en la industria automotriz.

55. Obligar a renegociar los contratos por ductos e infraestructura básica ya asignados y con inversiones en proceso. Pérdida de confianza.

56. Cancelación por hechizo plebiscito popular de una fábrica de cerveza en Mexicali ya en marcha con inversión grande.

57. Cancelación de facto de la reforma energética, obligando al gobierno mexicano a inversiones inmensas desviando recursos de la política social. Pérdidas millonarias en Pemex. Costo mayor del financiamiento por la baja de calificación de la petrolera, situado ya al nivel de bono basura.

58. Cancelación de las rondas petroleras. Es decir, de inversión presente y futura.

59. Rol de esquiroles en la OPEP y descrédito internacional al no aceptar la rebaja en la producción ante el desplome de los precios del petróleo. Mediación comprometida y comprometedora de Donald Trump en el acuerdo final como aval de la parte mexicana.

60. Vulneración de la ley vigente al entorpecer y de facto cancelar la inversión privada en energías limpias y renovables. Riesgo de demandas internacionales e inhibición de inversiones.

61. Inversión estatal directa millonaria en una nueva refinería, en Dos Bocas, Tabasco, construida sin estudios ambientales rigurosos, sin un estudio creíble del costo beneficio y sin transparencia en su caótico proceso de gestión.

62. Penosa capacidad de convocatoria de invitados extranjeros a la toma de protesta y pésimo manejo del protocolo diplomático

63. Cancelación de ProMéxico, del Instituto de Promoción del Turismo y de casi toda proyección de México en el mundo. Desatención de ferias y eventos internacionales.

64. Trabajo sucio de Trump en la frontera norte y en la frontera sur. 

65. Doble discurso e inconsistencias en la relación con Guatemala, El Salvador y Honduras: paternalismo y rudeza innecesaria. Dinero a cambio de nada, pero castigo brutal a sus connacionales migrantes.

66. Inasistencia a Davos y bajo nivel de la delegación mexicana.

67. Inasistencia al G20, alejando al país de los foros de debate y toma de decisiones internacionales.

68. Insulto gratuito al rey de España.

69. Ridículo internacional con el falso asilo y salida por la puerta de atrás de Evo Morales.

70. Postura discordante sobre Venezuela y la disputa de legalidades entre Maduro y Guaidó.

71. Imposición de un candidato a modo en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, saltándose la normativa vigente y le necesaria neutralidad del titular de la institución.

72. Hostigamiento hasta conseguir su renuncia del titular de la Comisión Reguladora de Energía.

73. Cancelación del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, que deja al gobierno sin parámetros objetivos y externos.

74. Presión presupuestal y discursiva contra el IFAI, Coneval e Inegi.

75. Cancelación y boicot activo de organizaciones no gubernamentales.

76. Presión mediática y legal al INE. Presión a los partidos políticos para que renuncien a sus atribuciones legales mediante el chantaje y la presión social.

77. Cierre irracional de todos los fideicomisos que financiaba el Estado mexicano, dejando sin recursos a instituciones culturales y civiles de todo tipo.

78. Uso del fondo de contingencia y de estabilización presupuestaria en el primer año de gobierno.

79. Capitalismo de amigos en el grupo de empresarios cercanos al presidente, con derecho de picaporte (de bronce) del Palacio Nacional.

80. Desprecio del PIB como indicador universal del desempeño económico y de las calificadoras como confiable control externo.

81. Desabasto generalizado por centralización y malas gestión de medicinas, con picos trágicos en áreas tan sensible como cancerología pediátrica y enfermos de VIH. Búsqueda de chivos expiatorio y descalificación de las legítimas protestas.

82. Cancelación del Seguro Popular sin un plan claro de sustitución, poniendo en riesgo la cobertura médica de millones de personas y aumentando la presión al sistema sanitario.

83. Contradicciones en el discurso ante el manejo de la pandemia. Llamados a la magia blanca y la superstición religiosa. 

84. Negativa a seguir las prácticas exitosas del extranjero (pruebas masivas, seguimiento de casos positivos, uso de tapabocas). Pérdida de tiempo en la preparación del sistema sanitario y en la toma de medidas sanitarias. Deficiente material de protección. 

85. Pésima recogida de datos y peor su manejo estadístico y proyección matemática. 

86. Pocas medidas de auxilio económico y ningún apoyo consistente a las empresas, motor de la economía. Desdén de experiencias exitosas pasadas y de sus cuadros profesionales.

87. Entrada sigilosa de médicos cubanos, con pago directo para beneficio de la dictadura en la Isla y desprecio de los médicos locales.

88. Aceptación acrítica de desplantes, ocurrencias y abusos de autoridad de los gobernadores del partido en el poder, particularmente de Morelos, Veracruz, Baja California Sur y Puebla. 

89. Presión presupuestal y mediática sobre gobernadores críticos, por ejemplo, Jalisco.

90. Desatención y soberbia ante las denuncias de actos de corrupción y licitaciones a modo de la nueva administración. Sistema de mafia y defensa en bloque.

91. Aumento de la corrupción en los trámites y compras del gobierno frente a la demagogia cotidiana sobre su combate.

92. Desdén por denuncias e informaciones periodísticas y de organismos de la sociedad civil especializados sobre actos de corrupción de miembros del gobierno federal.

93. Encarcelamiento con discutible rigor jurídico y aire de venganza personal hacia Rosario Robles, enemiga del presidente, afectando los derechos de su presunción de inocencia, Advertencia implícita para críticos, exfuncionarios y desencantados.

94. Uso faccioso del sistema de investigación financiera y filtraciones interesadas para controlar empresarios y grandes fortunas.

95. Caída del presidente de la Suprema Corte de Justicia. Candidatos partidistas para sustituciones de ley. Presión para reducción de sueldos y prestaciones.

96. Nulo avance en la prometida investigación alterna de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa en Iguala.

97. Desprecio a Javier Sicilia y falta de empatía con las víctimas de la violencia. Caso emblemático la masacre de la familia LeBaron.

98. Endeble explicación del accidente en que murió la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso, y su esposo, Rafael Moreno Valle, dando pie a todo a clase de interpretaciones.

99. Asesinato sin resolver de Samir Flores, luchador cívico contra la termoeléctrica de Morelos. Mismo caso de otros líderes ambientalistas.

100. Apuesta al carbón y entrega a modo de contratos a aliados del proyecto.

101. Falta de estudios de impacto ambiental en obras públicas.

102. Riesgo para el Estado laico con la continua presencia de líderes religiosos en actos oficiales. Creciente influencia de los evangelistas.

103. Intento de influir en la moral de los ciudadanos desde el poder político con una constituyente moral, el reparto de la Cartilla moraldel Alfonso Reyes. Tono de sacristía desde Palacio Nacional.

104. Apoyo a las supersticiones populares y el pensamiento mágico: limpias, estampitas salvadoras…

105. Rechazo del avión presidencial, que está en un sistema de compra por arrendamiento, poniendo en riesgo la seguridad de los pasajeros de vuelos comerciales con los que comparte el presidente o su comitiva el itinerario y haciendo extremadamente difícil viajar al extranjero como jefe de Estado.

106. Distractor de la venta y posterior rifa del avión. Vulneración de la ley de lotería nacional. Falso premio al ganador. Chantaje a los empresarios para sumarse al proyecto con participaciones “voluntarias”.

107. Encono y división promovidos desde la presidencia, actitud que se trasmina a todos sus funcionarios.

108. Acoso a los expresidentes (salvo a Enrique Peña Nieto y Ernesto Zedillo) y retiro de su necesaria pensión vitalicia.

109. Abandono de unas oficinas funcionales y amplias, de coordinación y seguridad, Los Pinos, por el boato y la ineficacia del Palacio Nacional. 

110. Retraso en el plan cultural y las obras de adecuación de Los Pinos, usado como publicidad incluso en la pandemia.

En el haber:

1. Aumento del salario mínimo: la economía tenía margen para remunerar mucho mejor a los trabajadores del país.

2. Llamado a la conciencia ciudadana para el cumplimiento de las normas sanitarias durante la pandemia sin multas ni represión.

Diario de la peste (50). Curva

NDM: Nuevo Diccionario de Mexicanismos:

Curva. Del latín curvus. Sustantivo femenino. Tercera acepción.

Lengua española (DRAE): Línea que representa gráficamente la magnitud de un fenómeno según los valores que va tomando una de sus variables. Por ejemplo: curva de temperatura, curva de velocidad, curva melódica.

En México (NDM): 

1. Línea ascendente que amenaza con romper los parámetros de medición de una gráfica convencional. Esto ya se salió de madre o de curva

2. Representación gráfica de la alegría mexicana por la pirotecnia o fuegos artificiales. La curva a la que estalla este castillo de Tultepec es de 45 metros.   

Aplanar la curva. Mex., coloquial. Uso irónico. Frase para referir un desempeño altamente incompetente: 

—Sí, vida, ya llegaron los plomeros, pero no lograron aplanar la curva de la fuga = el baño quedó inservible. 

—Así es, licenciado, los custodios logaron aplanar la curva de su agorafobia = el reo se fugó. 

—En Tabasco, cuando el Grijalva se desborda se suele decir: este río camaján ya aplanó su curva otra vez.

Diario de la peste (49). Viaje a la oruga

Traslúcida, colorida, la vida era un eterno batir de alas. Una primavera perenne. De flor en flor. El cortejo, una sutil exhibición aérea con mapas de feromonas. ¡Qué buen mitin, licenciado! Y por la espiritrompa, un caprichoso fluir de néctar. Ahora margarita, ahora camelia. Muerto Nabokov, con su profética maestría, los riesgos de ser diseccionado habían descendido drásticamente. Todos babeaban:

—Mira, una mariposa. 

—Con los colores del arcoíris. 

—¡Qué belleza!

—Debe ser una señal de buena suerte. 

—¡Sigámosla! 

Pero un día, una celda discal tuvo dudas. Una inseguridad nunca vista, que rápidamente se contagió a la zona basal. Inmediatamente al ápice, al termen. Una orden absurda, apenas susurrada guturalmente por Carpentier: busca un árbol y plega velas. Todo tiende a encimarse. Es viscoso. Cae una cortina natural. Asfixia. El PIB ya no importa. El escenario de la vida ahora se llama crisálida. 

No corras, no grites, no te muevas. Los pies se vuelven gelatinosos. Soy un monstruo de plastilina verde. Blando y cilíndrico. A veces tóxico. Repito sisofromatem, como un mantra inmerso, pero nadie me escucha. Pero nadie me escucha. Tengo hambre cósmica. El Pegaso calla su relincho en un murmullo de fuente clara. Los murales repiten el oprobio de la historia. Soy una oruga, aunque habite en los jardines de palacio.

Diario de la peste (48). Sirenas, otra vez

Dos héroes mitológicos lograron cruzar la temible Isla de las Sirenas sin sucumbir a su voz, dulce veneno. Odiseo, pidiéndole a sus marineros que se colocaran cera en los oídos, lo sujetaran firmemente al mástil y no lo desamarraran bajo ninguna circunstancia, orden o amenaza. Una vacuna. Orfeo, ahogando sus voces al interpretar con su lira una “melodía estridente y rápida”. Una medicina.

Nunca he entendido por qué a la alarma de las ambulancias se les llama “sirenas”, cuando son justamente lo contrario: sonido molesto al oído humano para que uno se aparte. En lugar de imán, separador.

Tengo grabadas en la memoria los cantos de sirenas de la ciudad de México aquel 19 de septiembre de 1985 y los días subsiguientes. Tenía 16 años y fui brigadista. Vi edificios derruidos, ollas populares en barrios que no sabía que existían, y la rabia a flor de piel. No con la caprichosa naturaleza, sino con la corrupción que hizo que se derrumbaran escuelas y hospitales mal construidos. La preocupación con el Mundial 86 antes que nada, el orgullo mal entendido de no pedir ayuda externa hasta que fue inevitable y el robo abierto y descarado de esa ayuda cuando por fin la autorizaron, fueron el alicate de ese coraje cívico. El movimiento estudiantil dos años después (CEU de la UNAM) y el desafío electoral al PRI del 1988 están vinculados a esa desaparición del Estado mexicano, otrora orgulloso, salvo en un aspecto (los militares patrullaban las calles).

Ahora vuelven las ambulancias. Siento una empatía temerosa por los pacientes, en sus camillas metálicas, atendidos por voluntarios odiseos y orfeos, héroes anónimos, rumbo a hospitales desmantelados, atiborrados, para ser entubados en máquinas que no existen. Esa debe de ser la nueva normalidad, fase infinito. La cuarta transformación, fase “anillo al dedo”. Un terremoto en cámara lenta, cotidiano, del que tuvimos noticia semanas antes de su estrépito. Y dejamos que nos sorprendiera. Vuelve también el orgullo mal entendido. Vuelve la corrupción y la incompetencia. Vuelven las muertes innecesarias e injustas. ¿Volverá la rabia ciudadana?

Y la ciudad, Hades prematuro, un cementerio de vivos y de muertos. De muertos y de vivos. 

Diario de la peste (47). Día del maestro (con retraso)

Una peculiaridad de los seres humanos es que nacemos aún incompletos. Un cervatillo nace de pie y puede huir con la manada casi al instante. Nosotros venimos al mundo completamente indefensos. La velocidad de desarrollo del cerebro humano rebasó en un punto evolutivo a la capacidad elástica de la cerviz. Había que terminar de desarrollarse y madurar fuera. La primera infancia es como terminar de hornear el pan fuera del horno. Esto genera un vínculo emocional especial entre la cría humana (por usar la terminología de El libro de la selvade Rudyard Kipling) y su madre y, por extensión, según la cultura y el tiempo histórico, del resto del círculo familiar. Si bien es increíble la burbuja inmunológica (y emocional) que se establece entre madre y cría en el proceso de amamantamiento y desarrollo físico, lo verdaderamente alucinante para cualquiera que haya sido padre es la adquisición de las claves simbólicas y culturales por parte del vástago. Este proceso es lento, casi tortuoso. Descubrir la arbitrariedad del signo lingüístico, eso sí es un viaje sideral.  Para un infante es mucho más fácil imitar el sonido de un pollito, un perro o un gato que descubrir que la palabra “perro” corresponde a esa empalagosa mascota humana que le ladra. Llevar esa sorpresa a la literatura es la genial novedad de “El otro tigre” de Jorge Luis Borges:

Cunde la tarde en mi alma y reflexiono

Que el tigre vocativo de mi verso

Es un tigre de símbolos y sombras, 

Una serie de tropos literarios

Y de memorias de la enciclopedia

Y no el tigre fatal, la aciaga joya

Que, bajo el sol o la diversa luna,

Va cumpliendo en Sumatra o en Bengala

Su rutina de amor, de ocio y de muerte.


Pero la cultura humana, cualquier cultura (como demostró Claude Lévi-Straus en Tristes trópicos), es demasiado compleja para poder ser tarea exclusiva de los padres. No cabe en un relato oral que pueda ser transmitido de generación en generación. Supervivencia, seguridad emocional (que deviene en cognitiva), ciertas normas básicas y unos parámetros morales. Para el resto, se requiere que el clan, la tribu, la sociedad se organice y asigne ese papel a miembros específicos de la comunidad. Los maestros, por lo tanto, cumplen un rol crucial: pasar las claves de la cultura a sus miembros más jóvenes. El saber humano no cabe en la memoria y está depositado fuera, en exocerebros, como dice Roger Bartra en Antropología del cerebro. Tablillas cuneiformes, papiros, códices, libros. Pero también frisos, obeliscos, murales. Los maestros son básicamente aparatos decodificadores para enseñar a descifrar y transformar el lenguaje cifrado en que se manifiesta la cultura (primero sus signos: letras, números, notas musicales; luego, las redes que se tejen y destejen con esos signos: poemas, teoremas, partitura). Diferente al taller del artesano, el gremio medieval, el monaguillo en la sacristía, cuyas enseñanzas versan sobre un único saber, el buen maestro abre horizontes. Diferente es la relación maestro-discípulo (aprendiz) que maestro-alumno. Ambos, eso sí, lo hacen desde la subjetividad personal. No son robots. Son jardineros de almas, esos que pedía Saint-Exupéry, y deberían saber regar cada parcela según las posibilidades del suelo y la simiente. Con un último milagro: las capacidades tienen un reparto estadístico homogéneo entre los miembros de cualquier congregación humana. Así, un sistema educativo sólido localiza flores de asfalto ahí donde broten y potencia sus dones. El maestro es un multiplicador. Esto lo vio antes y mejor Albert Camus, como casi todo. Cuando recibió el Nobel, le mandó esta carta a su maestro de primaria en su Argelia natal:

Querido señor Germain:

He esperado a que se apagase un poco el ruido que me ha rodeado todos estos días antes de hablarle de todo corazón. He recibido un honor demasiado grande, que no he buscado ni pedido. Pero cuando supe la noticia, pensé primero en mi madre y después en usted. Sin usted, la mano afectuosa que tendió al pobre niñito que era yo, sin su enseñanza y ejemplo, no hubiese sucedido nada de esto. No es que dé demasiada importancia a un honor de este tipo. Pero ofrece por lo menos la oportunidad de decirle lo que usted ha sido y sigue siendo para mí, y le puedo asegurar que sus esfuerzos, su trabajo y el corazón generoso que usted puso continúan siempre vivos en uno de sus pequeños discípulos, que, a pesar de los años, no ha dejado de ser su alumno agradecido.

Le mando un abrazo de todo corazón.

Albert Camus

Una forma relativamente sencilla de saber el grado de desarrollo de una sociedad es analizar cómo está organizado su sistema educativo. El apocalipsis zombi que sufre México tiene mucho que ver con su catástrofe educativa. Por el bajo nivel de preparación de sus votantes (fácilmente manipulables) y por la anquilosada mirilla ideológica de su presidente (líder moral y egregia figura). Las elites mexicanas (empresarios, políticos, profesionistas) se enfocaron en desarrollar un sistema educativo privado y se desentendieron del desastre público (lo mismo en el sistema sanitario) que dejaron en manos (garras) del sindicato y los políticos arribistas. La bala pasó rozando en el 2006. Nadie leyó adecuadamente el mensaje. En el 2018 dio directamente en el blanco. Sólo queda seguir nadando a contracorriente. 

***   

Mis abuelos paternos eran maestros de escuela. Ambos estudiaron sus oposiciones y las aprobaron en la España de Alfonso XIII y después fueron anónimos partidarios de la República. Mi abuelo partió de un pueblo de Soria, hoy deshabitado, corazón de la España vacía, y enseñó por media España antes de obtener su plaza definitiva en Córdoba, donde conoció a mi abuela. Las vicisitudes de la guerra y sus secuelas los arrancaron de sus raíces y certezas para acabar en el exilio en México. Y, claro, fundaron una escuela, aunque luego la vida los llevó por otros caminos. 

Mi madre es maestra en activo desde hace más de medio siglo. Admiro su perseverancia, su fe ciega en que se pueden cambiar el destino de las personas a través de la educación. Generaciones y generaciones de exalumnos la adoran, cuidan y procuran. Su vida es un ejemplo en sí mismo. Cada año anuncia su retiro y cada año lo pospone en el último momento. Morirá con un gis en la mano. Su magisterio se trasladaba a la casa. Fue una madre sabia en la formación de sus cinco hijos: nos dio libertad, pero nos fijó límites. Un ingeniero, un arquitecto, una química-farmacobióloga, una geógrafa y este eterno aspirante a literato no son un trofeo. Son tan sólo la forma caprichosa en que se materializó su labor cotidiana. 

Mi mujer es maestra. Ya hablé de ello en estas páginas. Mis hermanas son maestras. Yo mismo fui maestro de bachillerato y de universidad. Fui feliz. No por lo que enseñé, sino por lo que tuve que estudiar para poder dar las clases y por lo que aprendí de mis alumnos.

***

—Pero, vamos a ver, alumno Cayuela. ¿No fue ayer el día del maestro? Además, ¿necesitabas tanta palabrería para agradecer y callarte? 

—Sí, pero es que ayer tuve un día complicado con mis hijos, sus clases, las tareas domésticas y mil y un asuntos que estallaron uno tras otro, en esos raros días que se conjuga la energía y todo sucede en 24 horas.

—¿A tu edad y con excusas?

—Ya. Cierto.

—Debería, pero no te mandaré al rincón con orejas de burro. Eso sí, recuerda: 15 de mayo no es lo mismo que 16 de mayo. Cero no es lo mismo que menos cero y dos más dos no son cinco, salvo en 1984de Orwell.

—Anotado. 

Diario de la peste (46). Mandelstam, otro trece de mayo

  • para Víctor Gayol

En noviembre de 1933, Ósip Mandelstam recita de memoria un epigrama sobre Stalin en una reunión familiar. El 13 de mayo de 1934, es detenido por la policía secreta. La orden de detención es firmada por el propio Yagoda, jefe de la NKVD. El poema había sido leído en el curso de una velada en el minúsculo apartamento que ocupaba en Moscú, junto a su mujer Nadiezhda Mandelstam, tras años de una existencia paupérrima y errante. Era una reunión íntima, con su cuñado Evgueni, su hermano Alexander, tres amigos de toda la vida y Anna Ajmátova, su hermana de letras desde los años locos del acmeísmo y del Perro vagabundo, el café-teatro donde se daban citas los jóvenes poetas de San Petersburgo. Podemos imaginar la zozobra de los asistentes, sus evasivas miradas ante la voz musical de Mandelstam recitando:

Vivimos sin sentir el país a nuestros pies,

nuestras palabras no se escuchan a diez pasos.

La más breve de las pláticas

gravita, quejosa, al montañés del Kremlin.

[…]

Sus bigotes de cucaracha parecen reír

y relumbran las cañas de sus botas.

[…]

Uno silba, otro maúlla, aquel gime, el otro llora;

sólo él campea tonante y los tutea.

[…]

Toda ejecución es para él un festejo

que alegra su amplio pecho de oseta.

¿Un simple desahogo doméstico sin alcance ninguno, salvo preservar la dignidad ante los cercanos? ¿La primera chispa de un incendio, esperando que el poema corriera anónimo por las calles de Moscú? ¿O fue más bien una suerte de suicidio en dos tiempos, ante el derrumbe de todas las viejas certezas? Imposible saberlo. Recomiendo este análisis de José Manuel Prieto (cuya traducción utilizo), que le publiqué en Letras Libres.

El problema para Mandelstam no era ya la desaparición de todo lo que le daba sentido a la vida intelectual: los cafés, las tertulias, las revistas, los diarios y las editoriales, la libertad de crítica y de cátedra, y el tejido de trabajos, premios y reputaciones que de ello se desprendían. Ni siquiera la ruda imposición de un credo artístico oficial, el “realismo socialista”, y la censura preventiva de cualquier texto fuera de los moldes oficiales. Mandelstam lleva sin publicar más de un lustro, proscrito de todos los medios, y apenas ha dejado atrás una sequía poética que lo persigue desde mediados de los años veinte. Su feroz independencia, su incapacidad de callar, lo tienen atormentado ante lo que ve. Ahora el problema ha subido de escala: condenas por cualquier bagatela, campos de trabajos forzados, ejecuciones sumarias. Todo, bajo una atmósfera envenenada de recelo y delaciones, ecosistema tóxico en el que aprenden a medrar los bardos oficiales, favoritos del “zar rojo”, quienes no por eso dejan tampoco de estar en peligro.

Tras varios días de torturas, aislamiento, amenazas, el juez instructor (que luego sería represaliado también) le informa de que ha sido acusado y condenado por un delito de odio contra líder supremo de la Unión Soviética a tres años de cárcel. Y de manera teatral le lee una transcripción del poema en su primera versión (Mandelstam lo había rescrito suprimiéndole un verso particularmente duro: “asesino y devorador de mujiks”). ¿Quién de sus amigos lo traicionó, memorizó el poema, lo anotó cuidadosamente y fue a denunciarlo a la policía? Imposible saberlo. Los interrogatorios, el durísimo traslado, la reclusión en Cherdyn, convertida en una ciudad prisión al pie de los Urales, le rompen el ya por entonces frágil equilibrio mental e intenta suicidarse. Tiene delirios, arrastra todo tipo de dolencias cardiacas, sufre de insomnio. Su vida corre peligro.

            Su mujer y Ajmátova acuden a todas las puertas, mueven hilos, suplican. Al final consiguen dos avales: de Nikolái Bujarin (poco después, condenado a muerte como otras figuras clave del politburó en el inicio de las purgas estalinistas) y de Boris Pasternak (represaliado en los cincuentas por publicar en el extranjero su célebre novela). Tras la intervención de Bujarin y Pasternak ante Stalin (condenado post mortem por sus “excesos” en las resoluciones secretas del XX congreso del PCUS de 1956), la pena de cárcel se permuta por tres años de exilio interior, al que además le permiten ir acompañado de su mujer. “Aislarlo, pero protegerlo”, decía la nota manuscrita que sella su destino. Les dan a escoger una ciudad, descartadas eso sí, las más grandes. Eligen Vorónezh, a orillas del Don y a menos de seiscientos kilómetros al sur de Moscú.

La pena, benévola en extremo, no les ahorra dolencias. No conocen a nadie, no tienen dinero, todos los trabajos dependen del Estado y ellos son unos proscritos. Sobreviven en cuchitriles minúsculos, sin intimidad ni reposo, sin libros, con la obligación de presentarse cada tercer día en la policía a sellar su pasaporte de residente en la helada ciudad a orillas del Don. Aun así, se las ingenian para sobrevivir. Sus necesidades son mínimas: té, tabaco y una despensa. Todos sus bienes y enseres domésticos caben en una maleta. La poesía vuelve, milagrosa. Anna Ajmátova los visita y escribe un poema en recuerdo de la estancia con su alma gemela. Termina así:

En la habitación del poeta prohibido

montan guardia la musa y el temor,

la noche cae

sin la esperanza de la aurora.

Es en ese clima de desesperación que hay que entender el segundo poema dedicado a Stalin. Esta vez, una oda, con todos los elogios y modismos de rigor, que compone con la esperanza de ser rehabilitado. Al terminar los tres años de exilio, regresan a Moscú donde descubren que fue en vano. 1937. No tienen permiso de vivir en la ciudad, su departamento ha sido ocupado y no son recibidos por la Unión de Escritores, la única instancia que podría rehabilitarlo. Sigue siendo un apestado. Sobreviven como mendigos en los alrededores de Moscú. Viajan a San Petersburgo para despedirse del padre de él, de su adorada sobrina (que moriría de tuberculosis en el cerco de la ciudad por los nazis) y de Ajmátova. Ella también está al borde del abismo. Su hijo será detenido en 1938 (como ya lo ha sido su exmarido), condenado al gulag, del que sería liberado solo tras la muerte de Stalin. De ese dolor saldrá su inmortal Réquiem.

El cerco se cierra. El 2 de mayo de 1938, cuatro años después de su primer arresto, es detenido de nuevo y condenado a un campo de trabajos forzados en Siberia. Muere de un infarto en un campo de traslado en las cercanías de Vladivostok.

Ósip Mandelstam nació en Varsovia en 1891, cuando Polonia pertenecía al Imperio Ruso. Enamoradizo, teatral, con un don innato para la música y el lenguaje, traductor del alemán (estudió en Heidelberg) y del francés (estudió en La Sorbona), Mandelstam fue niño prodigio que desde su primer libro (La piedra, 1913) pasó a formar parte del canon de la poesía rusa. Mandelstam pensaba que Occidente se sustentaba en el Mediterráneo, en las bodas entre el cristianismo y el imperio romano, y de ahí su interés por Armenia, comunicada por el mar Negro con ese mundo, caldero de la humanidad. Judío apóstata, de padre comerciante y madre maestra de piano, se bautizó para entrar a la universidad de San Petersburgo. Amante de Italia como epicentro de la cultura y de Dante como corazón de la poesía (escribió un libro sobre la Divina comedia, que recitaba de memoria), fue un poeta cuya vida quedó cifrada entre un epigrama y una oda. 

Efectivamente: “Toda ejecución es para él un festejo”.

P.D. La vida literaria de Rusia fue destruida por la revolución, que sólo produjo un rastro de cenizas. Pienso en los azorados diarios de Ivan Bunin antes de exiliarse; en las memorias de los condenados que lograron sobrevivir para contarlo (Un mundo apartede Gustaw Herling, Relatos de Kolimáde Várlam Shalámov, El archipiélago Gulagde Alexander Solzhenitzyn); en los libros permitidos y luego condenados (La caballería rojade Isaak Bábel,El maestro y Margaritade Mijaíl Bulgakov, la poesía vanguardista de Vladimir Mayakovski); en los clásicos que debieron publicarse en el extranjero (Doctor Zhivagode Boris Pasternak, Vida y destinode Vasili Grossman) y en los libros que se publicaron décadas después, como el Réquiemde Ajmátova o los “cuadernos poéticos” de Ósip Mandelstam. De este corpus del dolor y la resistencia, no conocía las memorias de Nadiezhda Mandelstam, Contra toda esperanza, que he leído en estos días de confinamiento y con las que podido reconstruir los últimos años de la vida de su marido. Para un tirano de acero, una mujer de hierro. Qué vida. Qué talento. Qué perseverancia contra toda lógica. Ella misma merecería una entrada independiente de este blog. Espero volver al tema.

Diario de la peste (45). Entonces, ¿por qué?

Pero si había tantas señales de alerta sobre el instinto antidemocrático de López Obrador, ¿por qué ganó? La gente que votó por él, es decir, la mitad de la población de México ¿es suicida o idiota? Obviamente, no. La respuesta es más compleja.

1. El descrédito inmenso en que terminó su gobierno Peña Nieto.

Las razones de ello son varias y se interconectan. La primera fue la desaparición en Iguala de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. En las escuelas de comunicación se tendrá que estudiar este caso: cómo un crimen en un estado gobernado por la oposición, en un municipio gobernado por la oposición, pasó a convertirse en un crimen de Estado con Peña Nieto de responsable. Pese a que los postulados básicos de todos lo que han investigado a fondo el execrable crimen (PRG, equipo internacional de expertos y CNDH) convergen en que fue un asesinato cometido por narcotraficantes al amparo del poder policiaco municipal, el crimen funcionó de catarsis social ante tanto dolor acumulado por crímenes sin respuesta en un país convertido en un camposanto: 43 jóvenes, de origen humilde, muchos de ellos indígenas, en su primer año de estudios, soñando con ser maestros, masacrados en las calles de una ciudad y probablemente incinerados tras su asesinato. ¿Cómo procesar tanto espanto? Desde luego, el tema es mucho más complejo e incluye para mí una revisión a fondo del funcionamiento de esas escuelas, manejadas por el comité de estudiantes y secuestradas por la ideología más radical. Y también se necesita pensar cómo se insertan en el funcionamiento de un sistema educativo secuestrado a su vez por un sindicato corrupto cuyo único problema es el reto de la fracción sindical independiente, igualmente radical e impune. Los jóvenes fueron triples víctimas, en distintas escalas: de la pobreza absoluta de la sierra de Guerrero, del crimen organizado que suplanta al Estado en bastas regiones de ese estado (con la complicidad activa o tácita de todos), y además de la escuela, que los mandó a secuestrar autobuses a una ciudad a cien kilómetros de su sede.

En mitad del estupor y del duelo colectivo, se da la segunda razón: el tema de la “casa blanca”. Un reportaje impecable, que resiste los más exigentes parámetros periodísticos, del equipo de investigaciones especiales de Carmen Aristegui, demostró que el presidente en el poder tenía una casa a nombre de un contratista amigo, cuyo mal gusto y ostentación iban a la par de su dudoso origen. La respuesta al caso, además, se estudiará en el futuro en las escuelas de comunicación política, al mandar a su esposa justificar la propiedad una casa que no estaba a su nombre. La esposa, sin duda, tenía recursos suficientes para adquirir una propiedad de lujo como actriz de primera línea de la principal televisora de lengua española, como parte central del star systemde Televisa, pero el retorcido argumento de la inmobiliaria amiga, la compra a plazo sin dar enganche y toda la lógica argumentativa era deplorable e inverosímil, además de denotar una cobardía intolerable. Así, quedó grabado en el imaginario colectivo que el presidente de México (no su hermano o sus subalternos) era un hombre inescrupuloso, por decir lo menos. El rebote de ese asunto fue la sospechosa cancelación del tren bala a Querétaro, obra, esa sí, de infraestructura indispensable en México. La sombra de duda se extendió a muchas figuras emblemáticas de ese gobierno y a la nueva generación de priistas que había llegado al poder local junto a Peña Nieto al federal. Algunos casos, como el del gobernador de Veracruz, parecían ocultar una intolerable complicidad y red de intereses inaceptable. Era una escandalosa forma de gritar a los cuatro vientos: el PRI nunca va a cambiar.

En tercer lugar, la visita de Donald Trump. El entonces candidato estadounidense, que inició su trayectoria política insultando a los mexicanos con comentarios racistas, en lugar de ser expulsado de la política americana, como habría sucedido en cualquier otro momento, fue aupado por los medios. Al repetir, sin filtros, sus exabruptos, amenazaba con la cancelación del TLC con México, una herramienta de la política económica reconocida como indispensable por todos los actores políticos (triunfo no reconocido, por cierto, de las políticas de apertura comercial de De la Madrid y Salinas, padres del “neoliberalismo” económico según la neolengua que nos gobierna). De nuevo, el manejo mediático fue deplorable. La invitación en plena campaña tuvo un costo político gigantesco, pero el objetivo estratégico era correcto. De hecho, lograron convencer al demagogo de pelo naranja que Estados Unidos era más fuerte si respetaba la cadena de producción de Norteamérica, lo que incluía a su odiado vecino. Además, lograron una renegociación no tan lesiva, dándole certidumbre económica al presidente que ganara e incluso un margen en el valor del peso frente al dólar (la devaluación sucedió ante la incertidumbre).

Tres hechos distintos entre sí: de uno fue plenamente responsable, la casa; de otro, responsable por dejación, el crimen de Iguala, y del otro, responsable en el sentido weberiano. En los tres casos, Peña Nieto demostró que las palabras no estaban a su servicio y que más bien él era su prisionero. Para eso sirve la lectura recreativa, actividad que obviamente desconoce. Un presidente al que, si le quitabas los gestos políticos de la escuela priista del Estado de México (cortesía, formalismo, institucionalidad), aparecía desnudo de lenguaje, listo para ser crucificado en el México moderno, lleno de voces discordantes y medios independientes, logro de nuestra democracia.

2. El hechizo de las elecciones del Estado de México (2017), que condicionó la estrategia electoral del PRI.

El triunfo de Alfredo del Mazo dio la esperanza a su partido de que, pese a todas las encuestas y el clima de rechazo social, podían ganar, cuando para mí los resultados de esa elección mostraban justamente lo contrario. 

El Estado de México, su feudo y su refugio, un candidato respetable, toda la fuerza del Estado (legal y paralegal), un candidato de izquierda que le robaba por ese flanco a la candidata de Morena, la destrucción de la candidata panista y una candidata de Morena con todas las carencias de esa formación política… El candidato del PRD (ex alcalde de Ciudad Nezahualcóyotl) le quitó casi un millón de votos y el corredor panista, ante el derrumbe de su candidata, votó en el último segundo por el que adivinaron, correctamente, el mal menor. Y aun así, ganaron por un margen mínimo. 

Este resultado, además, casaba perfectamente con la lógica de las tres últimas elecciones federales, que se habían acabado polarizando entre dos opciones, en una suerte de segunda vuelta simultánea a la única elección. Pasó en el año 2000 entre Fox y Labastida, marginando a Cárdenas a un alejado tercer lugar; pasó, exacerbado, entre López Obrador y Calderón, marginando al PRI a un tercer grado, y pasó entre López Obrador y Peña Nieto, marginando a Vázquez Mota a un lamentable tercer lugar. 

Así, la estrategia estaba clara: evitar la alianza del PAN y el PRD, destruir al abanderado del PAN para forzar la polaridad entre López Obrador y el candidato del PRI y esperar a que el voto del miedo lograra mantenerlos en el poder. Agustín Basave, como presidente del PRD, entendió primero que nadie que el verdadero peligro de la salida del PRI era la regresión de Morena, e impulsó una alianza de su debilitado partido con el PAN. El desempeño de esta unión de opuestos obtuvo importantes logros a nivel estatal, lo que forzó la alianza federal. No habría fuga por la izquierda. Sin embargo, las bases perredistas no aceptaron esta lógica y votaron masivamente por López Obrador, no así por Morena en el Congreso.

Dados los nexos entre poder político y prensa en México, con el manejo faccioso de la publicidad, para el gobierno fue relativamente fácil destruir la reputación de Ricardo Anaya, con un caso que no resistía el más mínimo análisis jurídico. Esto fue otro bumerán, ya que, si todos eran iguales, entonces mejor votar por el diferente. Además, dinamitó todos los puentes de un acuerdo tácito de cualquier tipo para frenar a López Obrador. Anaya se radicalizó contra el PRI y anunció abiertamente su venganza si ganaba, lo que orilló a los corruptos en el poder a buscar a la desesperada un pacto con López Obrador que les garantizara impunidad tras dejar el poder.    

Para que el voto panista se inclinara a su favor necesitaban a un candidato intachable y lo encontraron. Una aguja en el pajar del PRI. Un técnico honesto, de profundas convicciones humanas, con una familia enraizada en la academia y la cultura mexicana. El problema de Meade era triple: nadie lo conocía, no tenía carisma y su perfil entrañaba el peligro de enajenar a las bases priistas, como al final sucedió.

Anaya, por su parte, logró consolidar una alianza fuerte a su alrededor, con el aval de pesos pesados de la política mexicana y un espectro ideológico amplio. Pero no supo conciliar a la familia panista. Fue torpe en su manejo de las legítimas aspiraciones de Margarita Zavala y usó la presidencia del partido para imponer su candidatura. Debió ir a elecciones internas, aun si las perdía. No puedes aspirar a ser presidente de México y tener miedo de perder en un primer escalón. Esto le abrió una fuga de votos inesperada de panistas enojados que ni con la ambigua renuncia de Zavala a su candidatura independiente, se cerró del todo.

3. Una campaña inteligente (e hipócrita) por parte de López Obrador.

López Obrador, por primera y única vez en su vida, aceptó cambiar. Se puso el traje de oveja y se limitó a repetir que la corrupción eran todos los males y que él no era corrupto (lo que es cierto en términos estrictamente crematísticos). Su campaña era simple y eficaz, recorrer por enésima vez los pueblos de México, trasmitiendo cercanía a los olvidados, mientras evitaba toda confrontación y todo debate de ideas; sus propuestas, demagógicas (no vivir en Los Pinos, vender el avión presidencial…), y enarbolaba un monotema: la honestidad. Además, como no tiene dudas de que el fin (su llegada al poder purificador) justifica todos los medios, aceptó la unión con marxista radicales (PT) y con evangelistas intrusivos (PES) sin dilemas morales.

Así, López Obrador recogió votos de las bases de izquierda del PRD, del voto duro del PRI (que dio libertad de acción a sus fieles ante el derrumbe de las últimas encuestas), de sus fieles seguidores (que en el 2012 demostraron ser numerosos y activos), del voto oculto de los evangelistas (que son millones), más de las amplias clases medias (desarrolladas en el periodo “neoliberal”),  enojadas con Peña y el cinismo priista pero acomplejada de votar por el PAN de Anaya. Pensaban que tenían algunas garantías: Urzúa y el TLC proyectaban certeza económica; Sánchez Cordero, diálogo político; la SCJN, constitucionalidad de las acciones del gobierno, y el INE, elecciones libres en el futuro. ¿Cuál era el miedo?

Y así llegó al poder López Obrador, enmascarado. Un enemigo de nuestra democracia y nuestras libertades, tanto por formación política (priismo centralizador y estatista tipo Echeverría con un escoramiento a la izquierda por la vulgata marxista aprendida en ciencias políticas y sus mitos: Cuba, Allende y demás), como por talante personal (narcisismo insatisfecho con profundas heridas en la adolescencia) y por creencias personales (conservador y evangelista). Su hijo más pequeño, sin ir más lejos, se llama Jesús Ernesto, por Cristo y por el Che. Pero esto último será tema de otra entrada.

Diario de la peste (44). Test de Turing

A oscuras por el mundo

—ciegos de luz obscena—

deletrean su espanto:

no soy un bot, apócope manco

no soy trol, hígado graso

no soy un trébol de cuatro arrobas.

Mudos de impotencia

gritan: “fuego, fuego”

en el gran teatro de los signos

escriben “al ladrón” 

en los muros sebosos 

de su zafia ortografía

(en su mundo binario

Ucello aún no descubre la perspectiva

por esos sus campanas replican 

verga con be de burro).

Son ecos vacíos, 

murmullos de silencio, 

esquirlas verbales,

sucesivos semáforos en rojo,

paralelas que se cruzan,

trolebús y trolebot,

en el coxis de la incongruencia.

Impávidos ante la redonda

circunstancia, asible, inexcusable

de una naranja y su círculo virtuoso

ajenos al regaliz y su tétrica dulzura

un arete arcaico y traslúcido

no germina en ellos ninguna semilla 

sólo flores de obsidiana:

su memorabilia erótica

es un orfeón de cortocircuitos.

Y todos los semestres

como fósiles universitarios 

—isótopos radiactivos de carbono catorce—

reprueban sistémicos 

el examen de Turing

Diario de la peste (43). Casandra

Me cansé de decirlo. A familiares, amigos, ex compañeros del trabajo. No voten por López Obrador. Odia nuestra democracia. Nos va a llevar a la ruina. Su plan económico es ridículo. Su plan político es peligroso. Y viceversa. “Graba mis palabras”, pedía como un poseso. “Aunque me quede manco injustamente, incluso el Bronco es mejor”, dije con certeza en más de una borrachera previa. Lógicamente no convencí a nadie. En las comidas con mis padres y hermanos, me pidieron que ya no hablara de política. Me tildaron de alarmista. “Meade y Anaya son infinitamente mejores opciones”, afirmé mil veces. Meade, la bondad personal y las capacidades profesionales. Anaya, la inteligencia y la alianza dispar que logró armar que garantizaba un gobierno de centro y amplio consenso democrático. Me acusaron de traidor a los valores con lo que me habían formado. En el ex trabajo fui el único de veintidós editores que no votó por él. ¡El único! Ahora, claro, alguno habrá que haya corregido su voto retrospectivamente, entre otros oportunos anacronismos. Muchos se acercaban con el guiño cómplice de los que piensan lo mismo. Padres de familia de la escuela de mis hijos, por ejemplo, donde cualquier otro candidato era anatema. Y salían despavoridos cuando escuchaban mis opiniones. 

En cenas de todo tipo proponía votaciones secretas (con urna transparente y escrutador sorteado) y López Obrador arrasaba. Con ex funcionarios de alto nivel, diplomáticos en activo, escritores consagrados, pequeños empresarios, profesionistas, se repetía el fenómeno. Los amigos extranjeros no entendían qué defendía. Las noticias son sólo las malas noticias y México era una anguila sanguinolenta en sus pantallas. Por el tipo de trabajo que tenía, no podía expresar en público mis posturas políticas, lo que exacerbaba mi malestar privado. Era el loco de la colina. En las semanas previas a las elecciones, con la victoria más que cantada, muchos amigos me evitaban. 

El primero de julio del 2018, en términos políticos, fue el día más feliz de decenas de mis seres queridos. Por fin había ganado la izquierda (?!) y eran testigos. Para mí fue una tragedia íntima. Nos iba a costar una generación volver a la línea de salida. Pensaba en mis hijos y me daba mucho coraje la ceguera voluntaria de la mayoría. ¿Qué no vieron? Con una agravante: no hay vacuna contra el virus del populismo. Por lo que una vez contagiado, se queda latente dentro del organismo social y, cuando bajan las defensas democráticas, vuelve a brotar. Muchas veces con la complicidad irresponsable de las elites. Es el herpes de la democracia. 

Esa noche, con el Zócalo lleno, pese a la lluvia, no podía compartir su alegría ni con una sana dosis de ironía. No era falta de empatía ni mal espíritu perdedor. En la democracia se gana y se pierde. Ninguna victoria es definitiva y ninguna derrota es para siempre. En la democracia. He ahí el detalle. Tampoco era falta de generosidad con mis afectos. Sentía malestar, pero también vergüenza futura por todos los que se irían bajando de ese barco pirata. ¿Por qué? Porque también sabía que esa clase media biempensante, sufridora, liberal en las costumbres y solidaria en lo económico, a la que pertenezco, iba a ser la gran perdedora del gobierno de López Obrador. En términos de seguridad, de libertades políticas, libertades civiles y situación económica. No imaginé, y ahí sí me ha sorprendido, el desprecio a la cultura, la ciencia, las organizaciones civiles afines y las universidades, cuatro de sus canteras naturales de votos. Pero me parece un detalle menor en un mapa de restauración autoritaria y regresión económica que estaba claramente trazado.  

Mi mujer era casi mi única aliada, pero no cuenta porque es española. Vaya en su descargo que a ella le pasó lo mismo con Podemos en su país. Fue la primera en verlo, decirlo y repetirlo. 

Fui una molesta Casandra para todos. Pero, no fue don profético. Fue simplemente seguir el camino de baldosas amarillas.

¿Qué me preocupaba antes de su victoria?

Su personalidad, incapaz de trabajar en grupo, reconocer un error, aceptar una derrota, debatir en buena lid. Coleccioné muchos testimonios directos de gente que ha trabajado con él o lo conoce bien y todos tenían, en corto, mil prevenciones y reservas. 

Su gobierno en la ciudad de México en cinco asuntos: transparencia (sigo esperando el costo final del Segundo Piso, por ejemplo); tolerancia (el ataque y burla de la “Marcha Blanca”), respeto a las leyes (saltarse bandos judiciales, por más discutibles que fueran) manejo mediático (sí, las odiosas mañaneras para dictar agenda y su obsesión por apoderarse del micrófono) y coordinación institucional (la fácil guerra sorda contra Fox).

Su trayectoria como líder opositor tras la derrota del 2006 (el bloqueo de Reforma, la mascarada de la presidencia legítima, la incapacidad para dejarle el paso a Ebrard, pese a los resultados de la encuesta interna del PRD en la previa al 2012).

La lectura de dos de sus libros. Fobaproa: expediente abiertoLa mafia nos robó la presidencia. Sus ideas económicas en el primero hubieran significado la bancarrota del país y, en el segundo, la construcción del mito del fraude del 2006, que tanto daño le ha hecho a nuestra frágil democracia. El fraude del fraude, pues.

Su visión de la historia patria, maniquea, con su panteón rebosante de héroes de bronce y villanos de paja, cercana al magma de la historia oficial salvo por la corrección de la vulgata marxista aprendida en ciencias políticas.

Su conservadurismo moral en temas clave de la izquierda en los que yo sigo creyendo, como la legalización de las drogas, la despenalización del aborto, la regulación de la eutanasia, la validez del matrimonio homosexual.

La ideología de Morena, que no se reconocía no como un partido más sino como un movimiento único, el tipo de dirigentes que tiene y atrae, el perfil resentido y vocinglero de sus militantes. El papel de los hijos de López Obrador en el control de Morena y la doble moral en su comportamiento.

Los aliados locales que se iban sumando a su proyecto, desde los cínicos (Manuel Bartlett), los ingenuos (Germán Martínez) y los peligrosos (Napoleón Gómez Urrutia).

Su evangelismo abierto, pastoral, disfrazado de un vago humanismo cristiano.

Su teodicea hidrocarbúrica, empeñada en demostrar la viabilidad de Pemex y otros misterios abismales. 

Su superioridad moral autodecretada y su papel de sumo purificador nacional.

Su rechazo al mundo exterior, su incapacidad para viajar, aprender idiomas, ver y disfrutar otras realidades. Su incapacidad para disfrutar una exposición, un concierto, una ópera, una novela. Su impostado pellicerismo de jardín botánico.

Su sonsonete monocorde para repetir sus virtudes (espejito, espejito) y su inventiva verbal para descalificador a sus adversarios. Y para sacar lo peor de sus partidarios. Bastaba darse un paseo por Twitter en la campaña (ahora está peor).

La nefasta familia política latinoamericana en la que quería inscribirse, con sus inmaduros castros, sus inmorales maduros, sus adánicos morales. 

Pero, en fin, no podía saberse.

Diario de la peste (42). Et voilà

Viajé a París a finales de junio del 2003 con la única finalidad de entrevistar a Jorge Semprún. No era algo tan extravagante como parece, ya que vivía en Madrid y trabajaba como director editorial de Letras Libres España. Un mundo extraño con vuelos baratos. Gracias a Guillermo Sheridan pude hospedarme de manera gratuita, así que aproveché esa suerte para llegar un día antes de mi cita y quedarme un par de noches adicionales. Al confirmar la entrevista por email me pidió estar puntual en su casa, en la célebre Rue de l’Université, a las once de la mañana. Llegué, por su puesto, con mucha antelación y recorrí distraídamente algunas manzanas alrededor de la casa. La calle parte de la torre Eiffel y recorre, paralela al Sena, casi tres kilómetros de la almendra de París, comunicando el séptimo distrito con el quinto, para desembocar en el corazón de Saint Germain des Près. Acerqué mi índice al timbre del departamento mirando fijamente la manecilla de mi reloj para pulsarlo exactamente las once de la mañana. Silencio sepulcral. Repetí la operación, con sangre fría, un par de veces. Luego, esperé un minuto. Y toqué de nuevo. Luego, a los tres minutos. Y nada. La portera no respondía. París, fiel a sus arquetipos. A las once y diez salió una vecina. La adrenalina hizo fluir mi francés, aprendido con disciplina, pero sin talento, en el IFAL de la calle Nazas. No sé por qué se apiadó de mí. Me explicó que Semprún ya no vivía ahí hacía varios años. Me dijo, en un susurro gutural, que se habían mudado en la misma calle. Y me dio el nuevo número. Habían sido amigos como vecinos, pero ya no se veían. 

¿Por qué llevaba mal la dirección? Muy simple: cuando hablé a Tusquets, sus editores, para confirmar la dirección que teníamos en la revista, me dictaron la calle y el número por teléfono con la amistad y cortesía de siempre. Y al cotejarlo con el directorio de la revista (heredado del viejo directorio de Vuelta) no me percaté de la discrepancia en el número, pues coincidía el nombre de la calle. La nueva casa de Semprún estaba a más de doscientos números de distancia. Ahí aprendí que eso en París puede significar varios kilómetros. Al recorrer la primera cuadra y no avanzar la numeración más que en tres números empecé a preocuparme. Había tráfico y muchos semáforos rojos, así que tomar un taxi sería contraproducente. Y un tanto ridículo. Así que: piernas, para qué las quiero. No disfruté la belleza de la calle, ni los jardines de la Asamblea Nacional, ni los coquetos comercios, ni las olorosas panaderías que se sucedían a mi trote veloz. A las once y treinta y cinco toqué en casa de Semprún. Din-don. 

Me abrió él mismo la puerta de su departamento. Su célebre mirada de hierro traspasó mi lóbulo ocular y me redujo a la calidad de intruso. Por fin entendí a los testigos de Jehová. Tengo la suerte de no sudar y de no sufrir estrés en casi ninguna situación. Mi saquito de Zara, que me puse en las escaleras, disimulaba bien las inéditas galaxias de mi sobaco, pero la cara literalmente goteaba. Tenía delante al nieto de Antonio Maura (presidente del consejo de ministro con Alfonso XIII), al sobrino de Miguel Maura (figura clave de la segunda república desde el bando conservador), al alumno del Liceo Henry IV en su exilio parisino, al resistente que soportó la tortura de la Gestapo al ser detenido, al deportado en Buchenwald, al militante comunista clandestino en la España de Franco, al ex ministro de cultura de Felipe González, al guionista de Alain Resnais y Costa-Gavras, al autor de El largo viajeAutobiografía de Federico Sánchez. Un gigante de la cultura europea, un viejo amigo de Octavio Paz, un león disfrazado de león que aguardaba una palabra mía para decidir si me arrancaba la cabeza de un mordisco o dos.

—Perdona, Jorge, necesito pasar a tu baño un segundo antes de empezar la entrevista. ¿Dónde es?

Al menos, estaba ya dentro. Coloqué a buen resguardo la libreta, la grabadora y el libro que quería que me dedicara. Sólo faltaba que se mojaran. Me lavé las manos y la cara pausadamente. Frente al espejo del baño no pensé en La filosofía del tocadorde Sade. Y me repetí en silencio una frase que parecía extraída de un manual de autoayuda: “Tú puedes, Ricardo.”

La conversación, por supuesto, empezó tensa. Me advirtió que le quedaba poco tiempo. Después, todo fluyó. Había leído sus libros, así que estaba preparado. Logré una larga y pausada entrevista que se publicó en el número de septiembre de 2003 de Letras Libres dedicado a la naturaleza del mal. Pero siempre sentí que le faltaba algo a la introducción. Et voilà.

Posdata para el confinamiento:

En esa charla me dijo algo que ya había plasmado en La escritura o la vida:que el momento más intenso de su vida lo había pasado los domingos por la tarde en las letrinas de los barracones del campo de concentración. En este insólito lugar, contraviniendo las normas, se reunían los presos políticos españoles. Su existencia era frágil e insoportable y no podían hacer nada para cambiar esa realidad si querían sobrevivir. Ahí, en el único momento de descanso de la semana, en lugar de ahorrar energía en los camastros colectivos, se reunían a recitar las viejas canciones y los romances que había aprendido en la infancia y que se sabían de memoria. También poemas de Vallejo y Machado. Mirándome a los ojos, otra vez, con una fuerza y una profundidad como no he encontrado en otra mirada, sentenció: “La literatura me permitió escapar del infierno. La literatura me salvó la vida”.