Diario de la peste (29). Cuba y el pasado

La denostación del pasado fue una de las herramientas que usó Fidel Castro para afianzarse en el poder. Luego lo repitió durante más de cincuenta años. Incluso tras su muerte sigue funcionando como mantra revolucionario. Gente relativamente alfabetizada puede aceptar que Cuba es un desastre, pero, al menos, dicen, gracias a la Revolución, dejó de ser el burdel/casino de los Estados Unidos. Ese es uno de los legados incuestionables de Fidel Castro, afirman con solemnidad. En el 2016, tras ejercer el poder durante casi sesenta años, murió entre sábanas de lino y heredó el cargo su hermano menor, y, sin embargo, “Cuba liberada” sigue siendo dogma de fe. 

Buena parte de la catástrofe de América Latina tiene que ver con la gravitación de la revolución cubana, el influjo de sus políticas y el aura heroica de sus dirigentes. No condenar abiertamente la revolución cubana, y la inmensa tragedia humana que significa, es el pecado original del continente. Una de sus excrecencias más tóxicas, el socialismo bolivariano de Hugo Chávez, sigue condicionando la política regional de manera inverosímil, a la luz de sus resultados, mentiras y lacerantes contradicciones. Y esto no solo es verdad para Bolivia, Ecuador, Nicaragua y ahora tristemente México, sino para España, cuya política está determinada, en parte, por un partido que nace de la financiación de Hugo Chávez y sus acólitos.

Pero no quiero discutir eso ahora (ya habrá ocasión de hacerlo), sino la hábil estrategia de Castro de hacer una condena en bloque del pasado para así justificar los errores y problemas del presente.

Vayamos a los datos:

Cuba, en 1958, era la quinta economía per cápita del subcontinente, solo detrás de Brasil, Argentina, Uruguay y Venezuela. Hoy es la antepenúltima, tras Nicaragua y Haití.

En 1957, Cuba fue el cuarto exportador neto del subcontinente (incluyendo Brasil). Venezuela, por el petróleo, ocupaba el primer lugar con 2,741 millones de dólares; Brasil, gigante industrial de la posguerra, el segundo con 1392; Argentina, carne y granos para medio mundo, el tercero con 975; Cuba con 845 millones de dólares, el cuarto, y luego México, con un pobre 745, dadas su población y cercanía con Estados Unidos. 

En 1958, Cuba produjo 190 mil llantas de automóvil; 19 millones de pares de zapatos, en sus más de 250 talleres y fábricas del ramo; 50 mil toneladas de papeles y cartón, más que Perú, Colombia o Venezuela; 700 mil toneladas de cemento, quinto de América Latina; 8 mil toneladas de mineral de hierro y 13 mil toneladas de cobre; 45 mil toneladas de petróleo crudo (refinó 1,200,000 toneladas, octavo en América Latina). En términos de generación eléctrica, produjo 1560 millones de KLW, el doble que toda Centroamérica.

En 1958, la islatenía 940,000 vacas lecheras, queprodujeron803,700,000 litros de leche cruda, con un promedio de consumo de 122 litros de leche al año. El ganado vacuno lo componían 7 millones de cabezas, más de una vaca por habitante.

Un habanero, después de desvelarse en algunos de los centenares de cabarés y centros nocturnos de la capital (sólo sobrevivió una versión fosilizada del Tropicana, tomada por el Estado, con muchas historias aún que contar sobre la diplomacia y el chantaje sexual), como el Monmatre, el Bambú, el Kibú o el Tally-So, muchos con música en vivo, podía sentarse ante su café del barrio (Cuba era el tercer productor de café del mundo, pero tenía prohibido exportarlo para garantizar el abasto ante el alto consumo local), para revisar morosamente la prensa del día. El Diario de la Marina, con el suplemento cultural en manos del poeta Gastón Baquero; el Información, de Santiago Claret; el ExcélsiorEl País, de la misma empresa; El Mundoy otros menos conocidos, incluidos los vespertinos (CrisolAlerta) y los nocturnos, como el combativo Prensa Libre

Una lectura más serena quizá lo llevaría buscar un ejemplar de la revista Bohemiao de Carteles. El día se presentaba lleno de opciones. ¿Conferencia en el Ateneo u obra en el Blanquita (siete mil asientos)? ¿Qué tal cine de media tarde? La Habana tenía el mayor número de salas de América y rivalizaba con París por el cetro mundial. Algunas salas eran verdaderas joyas art déco, como el Payret, el Lido o el Riviera. Además, tenían convenios con los grandes estudios americanos, cuyas producciones muchas veces se estrenaban en simultáneo. 

El primero de enero de 1959, por citar solo los cines con la letra a, La Habana recibió la noticia de la huida de Batista con estas salas: Actualidades (1,700 butacas), Águila de Oro (900), Alba (900), Alameda (1400), Alfa (1,600),Alkazar (1700), Ámbar (875), Ambassador (1300), Acapulco (1,500), América (1,775), Apolo (1,330), Arenal (1,141), Astor (1,527), Astral (2,400), Atlantic (1,500), Atlas (1,500)y Avenida (1,000). Ese es el dolor de La Habana para un infante difuntode Guillermo Cabrera Infante.

Academias, asociaciones artísticas y musicales amplificaban la oferta hasta volverla el sueño de todo urbanita. De manera más frívola se podía ir al galgódromo, el célebre hipódromo del Oriental Park o alguno de los dos frontones vascos con partidas de jai-alai, además de a las playas y balnearios que rodeaban la ciudad. Lo mismo pasaba en términos culinarios, merenderos populares, fondas de barrios y grandes restaurantes de abolengo. Las rosticerías de pollo eran muy celebradas en la periferia de la capital. Al final, si se iba a casa resignado, tenía delante la mejor oferta de televisión y radio de habla hispana, cuya riqueza en un solo ámbito, las radionovelas, daría para un libro entero.

El entramado de pequeños comercios (mercerías, tintorerías) y sus oficios (plomeros, pintores) se cruzaba con una gama de locales de lujo, grandes almacenes y tiendas de todo tipo y variedad. Los indicadores financieros (reservas de oro, deuda per cápita, capacidad de importación, producto interno bruto en términos de poder adquisitivo) eran los mejores de América Latina. 

 Cuba tenía una escena teatral importante, una bohemia periodística, una vida de cafés, una amplia y enfrentada república literaria (Lezama Lima, Alejo Carpentier, Nicolás Guillén, Dulce María Loynaz, Eliseo Diego…), una vida académica potente (la Universidad de La Habana era la décima del mundo en humanidades) y un entramado industrial y social complejo, de país desarrollado. Además de la conocida vida nocturna. Por ejemplo, existían 13 universidades, 21 institutos de segunda enseñanza, 19 normales, además de escuelas de comercio, artes plásticas, técnicas-industriales, y escuelas de periodismo y publicidad. Cuba era un receptor neto de población en eso años. 

La segunda línea aérea de Cuba, El Estrella Nacional, por detrás de Cubana de Aviación, tenía vuelos diarios a Nueva York, Washington, Tampa y Miami y conexiones con 29 ciudades más. El ferry de La Habana conectaba dos veces al día con Miami, y Transatlántica francesa cubría los grandes recorridos en barco con conexiones a París, Londres y Nueva York. Cuba recibía uno de cada tres turistas de América Latina. 

Estos indicadores se repiten en todos los niveles de la sociedad cubana, destacadamente en medicina (pioneros en medicina preventiva), educación (el índice de analfabetismo más bajo del continente, con un 8% de adultos iletrados, frente al 38% de México, por ejemplo, y la matrícula escolar con un 45% de mujeres, la más alta de América Latina) y el deporte, que el común de los mortales atribuye a la revolución. 

La mafia de Chicago, sí, tenía intereses en los casinos y los grandes hoteles de la isla. Había miles de prostitutas trabajando para el turismo internacional, enormes desigualdades de ingresos y un racismo lacerante, a flor de piel. Problemas que son un spa al lado de los que tiene hoy Cuba, destruida hasta sus cimientos. En alma y cuerpo. Desabasto, emigración, pirámide poblacional, baja natalidad, tasa de suicidios, represión, población carcelaria, enfermedades mentales, tarjeta de racionamiento…, todo controlado por un gran hermano que es el único empleador, el único partido, el único informador autorizado. Al abolir el mercado, por dogma, toda esta rica urdimbre social previa a la revolución se derrumbó, como los edificios de La Habana Vieja, carcomidos por el salitre.

Fue imperdonable la traición de Fulgencio Batista, quien, sabiéndose derrotado en las elecciones de 1952, decidió dar un golpe de Estado con el apoyo del corrupto generalato y los Estados Unidos. Quedarse en el poder sine dieexacerbó la justificada rebeldía en su contra. Pero mucho más grave fue la traición de Fidel Castro a su promesa, tras tomar el poder, de respetar la constitución de 1940 (vulnerada por Batista) y convocar a elecciones libres, elecciones que los cubanos siguen esperando desde entonces. 

(Con información de Luis González Amador, “Cuba en 1958: datos estadísticos”; Ernesto T. Brivio, Cuba, isla de las maravillas; “La Habana, una antigua ciudad de cines”; el Anuario 1958 de la CEPAL y diversas informaciones en línea.)

Un comentario en “Diario de la peste (29). Cuba y el pasado”

  1. Gracias Ricardo Cayuela por tan certero texto sobre Cuba y por algunos de los espisodios terribles que hemos sufrido en 61 años de dictadura castrista… Gracias, todos los cubanos te lo agradecemos… Carlos Olivares Baró

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