Descubro, releyendo El caso Moro de Leonardo Sciascia, que Pier Paolo Pasolini cifró, en un ensayo titulado “El vacío de poder en Italia”, todos los males de su país en una metáfora: la desaparición de las luciérnagas. Era una metáfora, pero también una realidad: la contaminación de las acequias, y del campo italiano en general, había producido esa inesperada extinción. Para el poeta, escritor y cineasta, las luciérnagas representaban la salud de la campiña pero también su belleza. La Italia de la democracia cristiana (cuyo emblema era Aldo Moro y sus intrigas de poder) tenía enfermo a su país y, sobre todo, destinado a una fealdad impropia de su historia. El ensayo fue publicado en febrero de 1975 en Il Corriere della Sera, y después recogido en el libro misceláneo Escritos corsarios. Tras el secuestro y asesinato de Moro por las Brigadas Rojas, en 1978, el honesto intelectual que era Pasolini cambió de opinión sobre esa época y su líder más representativo. Aun así, la metáfora se sostiene.
¿Cuál sería la metáfora adecuada para el gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Como se trata de un sexenio a la vieja usanza priista, como el de Echeverría o López Portillo, donde todo se centra en la figura presidencial, habría que buscar en sus gestos, actitudes, decisiones y desplantes, la metáfora que lo defina. Rechazo, por supuesto, las metáforas buscadas por él mismo, de una modestia tan ostentosa que se vuelven su reverso, vanagloria facilona. Por ejemplo, rechazar vivir en Los Pinos (para instalarse en Palacio Nacional), el olvidado Jetta de los comienzos (sustituido por la inevitable caravana de camionetas) o el cacareado fin del Estado Mayor Presidencial (reemplazado por un sistema de seguridad civil, igualmente visible pero menos profesional.
Las opciones son infinitas. ¿Sahumado en copal en la merecida limpia antes de su discurso de toma de posesión en el Zócalo? ¿Enseñando la imagen del Sagrado Corazón de su cartera como “detente” ante el Covid-19? ¿El horrible beso-mordisco en la mejilla a la niña guerrerense? ¿El jugo de piña huasteco y el trapiche de tracción animal? ¿El sombrero de pan en Tenango? ¿Los tacos de barbacoa del Carnerito de Tulancingo, Hidalgo? ¿La sesuda disquisición histórica sobre la maldad de la Colonia, pese al Acueducto del Padre Tembleque, en Otumba? ¿El rechazo del gel antibacterial en plena expansión de la pandemia?
La respuesta fácil sería el billete de lotería con el avión presidencial, donde todo es mentira, ilegalidad o demagogia. La realidad hecha cachitos, sin reintegro. Pero la relación de López Obrador con la aeronáutica es tal esperpento, desde la cancelación del aeropuerto en Texcoco hasta el espectáculo de su humildad fingida en vuelos comerciales, que más que metáfora, requiere un análisis profundo. Lo mismo pasa con la violencia y el atento saludo a la madre del Chapo Guzmán en su preocupante gira a Badiraguato.
Para mí la imagen del sexenio, hasta ahora, sucedió hace pocos días en la Rumorosa. Ahí, atónito ante la belleza de ese paraje entre Mexicali y Tecate, y sin mencionar sus pinturas rupestres, que son lo que lo hacen único, arremetió contra unos gigantes y su contaminación visual, “transas del periodo neoliberal” y responsabilidad del “partido conservador”.
—¿Qué gigantes? —dijo Sancho Panza.
—Aquellos que allí ves —respondió su amo—, de los brazos largos, que los suelen tener algunos de casi dos leguas.
—Mire vuestra merced —respondió Sancho— que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. Y así se genera la energía eólica.

—Bien parece —respondió don Quijote— que no estás cursado en esto de las aventuras: ellos son gigantes; y si tienes miedo quítate de ahí, y ponte en oración en el espacio que yo voy a entrar con ellos en fiera y desigual batalla.
Excelente metáfora, Ricardo. Comentaba esta tarde con una amiga que quedó muy bien para este personaje. La persona que vive en la cueva, sería entonces Sancho Panza.
Saludos a tu hermano Luis, por favor. Fuimos compañeros de trabajo
Manuel Varela
Leo estás reflexiones tuyas, Ricardo, y me asomo a la ventana para respirar el silencio del mundo en estos días aciagos. Gracias… Lo
Gracias a ti por leerlas, querido Carlos. Con un abrazo grande, Ricardo